miércoles, 5 de junio de 2013

CATEQUESIS DE NOVIOS DESDE UNA PERSPECTIVA KERIGMÁTICA Frente a un mundo donde el ser cristiano se concibe muchas veces como la simple aceptación intelectual de unos determinados contenidos, la proclamación kerygmática implica una respuesta libre, existencial, al anuncio de un Dios personal, encarnado, próximo, que mueve al cambio de la mente y del corazón: es una proclamación que compromete, que invita directamente a la conversión. Kerygma es una palabra griega, significa proclamación, declaración, bando, pregón. Se encuentra repetida más de setenta veces en el Nuevo Testamento, como proclamación jubilosa e interpelativa del acontecimiento de salvación, realizada por Jesús. La catequesis para novios no puede encararse como una serie de lecciones teológicas sobre las verdades de la fe, ni una enseñanza moral, ni tampoco un programa de charlas sobre temas apostólicos. Las intelectualizaciones, no sólo no ayudan, sino que obstaculizan la tarea catequística porque distraen a los novios del objetivo de los encuentros que es “producir eco” o “hacer resonar” en su interior el mensaje de Cristo. Se trata de una predicación dinámica, en estado ardiente, fervoroso, que tiene en cuenta que la doctrina no adquiere su plena significación sino en función de la vida. La explosión del contenido vivo del cristianismo entraña, en sí misma, la invitación personal a participar en esta vida. Dentro del concepto de kerygma podemos distinguir principalmente cuatro elementos: A) el anuncio: la proclamación de un mensaje, que se centra en el misterio de Jesús, el Salvador, e incluye el don del Espíritu. B) una proclamación interpelativa: que tiene relación directa y constante con la conversión. Todo anuncio kerygmático tiende, directa e inmediatamente a provocar el deseo de un cambio, que impregne todo el campo de los criterios, de los comportamientos, de la vida. C) un estilo jubiloso: es decir, una manera de decir, con una convicción profunda, sentida, vivida; la seguridad y el gozo que da el sentirnos “como enviados de Dios, como si Dios mismo exhortara por medio nuestro”… la convicción de que Dios nos ama. D) un anuncio que debe proclamarse por testigos: la proclamación se realiza desde el “testimonio de vida”. No es sólo una afirmación ética, sino la exposición del acontecimiento salvador, que va transformando el corazón del creyente, con lo cual el anuncio adquiere un sello de autenticidad. Es la comunicación jubilosa del ser cristiano: la proclamación del Mensaje de Salvación, hecha por testigos, con tono interpelativo, en orden a la conversión. Y, desde esta perspectiva kerygmática, la catequesis para novios debe tender a los siguientes objetivos: - un inicio de conversión, derivada de la presentación de un mensaje, que oriente y promueva todo el vivir cristiano. - una opción totalizante, que evite la contradicción entre la vida ordinaria de la persona y su vida de fe. - un eje existencial, que irradie su influencia sobre la vida ambiental- familiar, profesional, social de los novios, según éstos la vean plasmada en el testimonio de vida de los responsables de esa formación. - un deseo de comunidad, que vaya promoviendo la conversión, y de la que se haya tenido un anticipo en el equipo responsable de la formación de novios. No es suficiente que cada uno dé un buen ejemplo; es imprescindible que den testimonio de comunidad, a fin de despertar en las parejas de novios capacidad de asombro, cercanía de Dios, ansias de sentido comunitario. La fuerza de la evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí… si el Evangelio que proclamamos aparece desgarrado por querellas doctrinales, por polarizaciones ideológicas o por condenas recíprocas entre cristiano, no se puede pretender que aquellos a los que se dirige nuestra predicación no se muestren perturbados, desorientados, si no escandalizados. “Que todos sean uno, decía Jesús, para que el mundo crea” (Jn 17, 21). El carácter comprometido y comprometedor del agente de evangelización en la línea del kerygma, exige que la proclamación sea testimonial. El Evangelio, anunciado sólo intelectualmente, de una manera académica, no estaría en el campo del kerygma. Para proclamar una fe viva, se necesita mucho más que ser profesionales de una ciencia teológica. Esta tarea debe ser encomendada a quienes sean testigos experimentales de la trascendencia, hecha presencia, amistad y salvación…”mi palabra y predicación, decía San Pablo, no consistió en persuasivos discursos de sabiduría humana, sino en la manifestación del Espíritu y del poder, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Cor 2, 4 y 5). El testimonio de los catequistas no consiste solamente en que les cuenten a los novios sus experiencias personales de vida matrimonial. Cada historia de vida es única e irrepetible. Ellos viven la suya, los novios vivirán otra muy diferente. La comunicación de sus experiencias no constituye la “Buena Nueva” que deben anunciar en la catequesis. Desde la perspectiva kerigmática los catequistas deben experimentarse como “cristianos que comparten su fe, instrumentos de Dios y portadores de la Buena Noticia” El aporte más genuino de los catequistas es la proclamación de la “estupenda novedad” del matrimonio cristiano. Los catequistas tienen que hacer un anuncio gozoso y testimonial, de que Cristo asume y redime el amor conyugal herido por el pecado y hace posible un amor fiel, que venza todas las pruebas del tiempo. El sacramento, como apoyo fundamental del diálogo en la fe, debe impregnar toda esta etapa de preparación. No se trata de hacer un curso de teología, sino de una proclamación explícita de la fe y de un aterrizaje práctico de cómo un cristiano puede vivir el sacramento del matrimonio y construir su familia como una “Iglesia doméstica”. Bibliografía - Manual de pastoral de la familia- Capítulo III “Pautas metodológicas para la catequesis prematrimonial”- Padre Jaime Fernández (Chile) - Ideas Fundamentales del Movimiento de Cursillos de Cristiandad- Editorial Claretiana (2001). A MODO DE UNA PROPUESTA ENRIQUECEDORA… Análisis de la realidad. En nuestras acciones pastorales y en nuestra experiencia cotidiana, vamos constatando, dolorosamente, que no sólo el sacramento del matrimonio –como celebración y como camino cotidiano de discipulado-, sino la realidad misma del matrimonio como institución natural, se encuentra en crisis. Muchas parejas jóvenes que ya no se sienten expresadas en la vida de la fe y de la Iglesia, buscan realizar una vida en común, sin la convicción profunda de que es un camino para toda la vida, en el que la felicidad será fruto de un trabajo sostenido y comprometido en favor de la comunión. En este contexto, la fidelidad pierde significado, y toda renuncia se percibe como una frustración de la propia vida, y no como la base de toda entrega. Son numerosas las causas que generan esta nueva conciencia, este nuevo paradigma. Algunas de ellas pueden ser: el individualismo, la necesidad de resultados inmediatos, la tendencia a la gratificación, la búsqueda de objetivos centrados en el éxito profesional y material, etc. Los jóvenes que se acercan a nuestros encuentros de preparación inmediata al sacramento del matrimonio, provienen de esta sociedad, y traen consigo muchas de estas miradas y formas de sentir y pensar la vida. Propuesta Cuando nos planteamos la necesidad de anunciar, en tono kerigmático, el sacramento del matrimonio a nuestros jóvenes, quizá debamos comenzar por hacer un anuncio gozoso de la realidad misma del matrimonio, más allá de la fe o de las formas de pensar que tenga cada uno o ambos novios. El matrimonio como experiencia humana, puede ser presentado de manera significativa, si se muestra como una experiencia verdaderamente humanizante, en la que se puede aprender a ser más humanos. Las pistas para proponer esta perspectiva, pueden ser: - La dimensión de la intimidad: el diálogo. - La dimensión de la responsabilidad: responsabilidad por otro, responsabilidad con otro. - La dimensión del respeto por el ser y el modo de ser de uno mismo y del otro. - La dimensión de la ayuda mutua. - La dimensión de la acogida incondicional. - La dimensión de la corrección como ayuda para crecer. Quizá pueden proponerse otras dimensiones en las que la vivencia del matrimonio se muestre como una realidad verdadera y profundamente humanizante. EQUIPO ENLACE PASTORAL FAMILIAR CORDOBA